PLANETA MALDITO

El Pulp de Bukowski

Charles Bukowski es uno de los autores conocidos en la literatura como “Maldito”. Era irresponsable, alcohólico y un largo y preocupante etc. No es que le costará sujetar las riendas de su vida, es que las soltó directamente para dejarse llevar hacia un vórtice de caos, crudeza y oscuridad. Así fue su jodida vida. Y así fue también su forma de escribir. Ser un genio maldito tiene un precio muy alto y ese fue el que tuvo que pagar Bukowski.

Pulp es el último libro que escribió antes de morir a los 73 años. Sentía que el final estaba cerca. Recuerdo algunas palabras de Bukowski respecto a la muerte pronunciadas en algún poema, “yo nací para eso. Yo nací para robar rosas de las avenidas de la muerte.“ o “Lo bueno de morir solo es que sabes que nadie bailará el día de tu funeral”. No se si eran así exactamente pero es como yo las recuerdo. No creo que temiera lo más mínimo la hora de morir salvo por dejar cosas sin decir tal y como él mismo explica en uno de sus poemas:

Esperando a la muerte
como a un gato
que saltará sobre la
cama
estoy muy afligido por
mi esposa
ella verá este
tieso
blanco
cuerpo
lo sacudirá una vez, quizás
de nuevo
Hank!”
Hank no
responderá
no es mi muerte
lo que me preocupa,
es mi esposa
abandonada con este
montón
de nada.
quiero
hacerle saber
sin embargo
que todas las noches
durmiendo
a su lado
incluso los más triviales
argumentos
fueron cosas
siempre espléndidas
y las difíciles
palabras
que siempre temí
decir
pueden ser
dichas ahora:
Te amo.

He de reconocer la simpatía que le tengo a este tío como persona y la admiración tan grande que le guardo como escritor. Pero tampoco es mi intención convertir ésto en un monólogo sobre su vida y despropósitos. Para hacer eso tendría que escribir esta entrada totalmente borracho. Así que volvamos a Pulp.

A Bukowski no se le ocurrió otra cosa que convertir a La Muerte en un personaje más de la novela. Pero nada de esqueletos escondidos bajo capas negras. Nada de guadañas medievales. La Muerte es una tía con una voz capaz de doblar voluntades y un cuerpo propio del desplegable central del Playboy. Que además se convierte en cliente del detective protagonista, Nick Belane. Éste incluso llega a masturbarse excitado al escuchar la voz de la Dama durante el primer contacto telefónico.

Conforme pasan las páginas aparecen muchas más referencias al hecho de que a todos nos toca palmarla más tarde o más temprano. Un cliente que trabaja para una funeraria, un tipo que vende seguros de vida… incluso Belane abre la tapa de un ataúd y ve a alguien dentro. Un fiambre por supuesto. La descripción que hace del cadáver guarda casualmente un gran parecido con la del propio Bukowski. Clarividente cuanto menos.

Metidos en el meollo de la trama diremos que el protagonista es el citado Nick Belane. Un detective poco ortodoxo en sus métodos. Un estúpido que se pasa el día bebiendo o cazando moscas. Los casos de Belane se entremezclan y confunden. Muchos dicen que Pulp es la menos autobiográfica de sus novelas. Puede que sí, pero personalmente no dejo de ver en los casos de Belane un reflejo de la vida desordenada de Bukowski en los que los problemas se resuelven por casualidad más que por empeño o decisión.

La trama es de lo más entretenida y absurda. La Señora Muerte le encarga al inútil de Belane encontrar al escritor francés Louis Ferdinand Celine, muerto en 1961. Según la pálida dama, éste no llegó a morir, sino que se le escapó de algún modo y por ahí anda, por Los Ángeles, con casi cien años de vida pero en plenitud física, entrando en librerías y hojeando las novedades editoriales. Más tarde un empleado de una funeraria contrata a Belane para que se deshaga de una tal Jeannie Nitro. Otro espectáculo de mujer que resulta ser de una raza de extraterrestres que se ha propuesto conquistar la Tierra. También está el típico caso detectivesco del adulterio y por ultimo un misterioso personaje le encarga que encuentre al no menos extraño “Gorrión Rojo”. La incógnita de la identidad de éste no se resuelve hasta el mismo final de la novela.

Durante la frenética narración hay tiempo para cameos con su propio alter ego Henry Chinasky o su colega John Fante. Coloco aquí las primeras páginas de la novela. Ojo por que no hay descanso entre párrafo y párrafo. Nos subiremos al caballo de la prosa de Bukowski. Un caballo por el que ni siquiera él hubiera apostado. Lo primero que leemos de “Pulp” es: “Dedicado a la mala escritura”

- 1 -

Yo estaba sentado en mi oficina, mi contrato de alquiler había vencido y McKelvey estaba empezando los trámites para desahuciarme. Aquel día hacía un calor del demonio y el aire acondicionado se había roto. Una mosca se paseaba lentamente por encima de mi escritorio. Extendí el brazo con la palma de la mano abierta y la puse fuera de juego. Me estaba frotando la mano con la pernera derecha del pantalón cuando sonó el teléfono. Lo cogí. –¿Sí? –dije.
–¿Ha leído usted a Céline? –preguntó una voz femenina. La voz era bastante sexy y yo llevaba mucho tiempo solo. Décadas.
–¿Céline? –dije–. Ummm
–Quiero a Céline –dijo ella–. Tengo que conseguirlo. Aquella voz tan sexy me estaba poniendo realmente cachondo.
–¿Céline? –dije–. Déme alguna información. Hábleme, señora, siga hablando…
Súbase la cremallera –me contestó. Miré hacia abajo. –¿Cómo lo sabe? –le pregunté.
–Da igual. Lo que quiero es a Céline.
Céline está muerto.
–No lo está. Quiero que le encuentre. Quiero tenerlo.
–Puedo encontrar sus huesos.
–No, estúpido, ¡está vivo!
–¿Dónde?
–En Hollywood. He oído que se ha pasado varias veces por la librería de Red Koldowsky.
–Entonces, ¿por qué no va a buscarle usted?
–Porque antes quiero saber si es el auténtico Céline. Tengo que estar segura, absolutamente segura.
–Pero ¿por qué ha recurrido a mí? Hay cientos de detectives en esta ciudad.
John Barton le ha recomendado a usted.
Ah, Barton, sí. Bueno, escuche, tendrá que darme algún adelanto y tendré que verla a usted en persona.
–Estaré ahí dentro de unos minutos –dijo. Ella colgó, yo me subí la cremallera. Y esperé.

- 2 -

Ella entró en mi oficina. Bueno, o sea, aquello no era justo. El vestido le estaba tan apretado que casi le estallaban las costuras. Demasiados batidos de chocolate. Llevaba unos tacones tan altos que parecían zancos. Caminaba como un borracho contoneándose por la habitación. Un glorioso vértigo de carne. –Siéntese, señora –le dije. Se dejó caer y cruzó las piernas muy arriba, tan condenadamente cerca que se me salían los ojos de las órbitas. –Encantado de verla, señora –le dije.
–Deje de hacerse el bobo, por favor. No tengo nada que no haya visto usted nunca.
–En eso se equivoca, señora. ¿Podría darme usted su nombre?
–Señora Muerte.
–¿Señora Muerte? ¿Es usted del circo? ¿Del cine?
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